El pasado día 7 de Octubre realizamos una etapa que calificaría como espectacular: Contreras - Cofrentes, 112 Km serpenteando junto al río Cabriel, atravesando Los Cuchillos, las Hoces, el Puente de Vadocañas, Los Cárceles, Tamayo, El Retorno, Villatoya, Cilancos, El Saldar, Casas del Río y otros paisajes de gran valor. Este quiere ser el relato de la ruta, para compartir con todos vosotros nuestras experiencias, nuestros aciertos y nuestros errores.
Todo empezó como una idea de nuestro compañero de www.maspedales.com Jesús Sotos que, a la postre, acabó organizando con acierto y con el reconocimiento de todos los que participamos en la marcha. Dado que la etapa era en línea, había que resolver la logística del transporte con el problema añadido de que, hasta el mismo viernes por la noche, no conocimos el número de participantes ni su procedencia exacta. Finalmente acudimos 5 de Cofrentes, 4 de Casas Ibáñez, 3 de Requena, 3 de Valencia, 1 de Almansa, 1 de Ayora y 1 de Hortunas. 17 en total. ¿Alguien da más?
Acudimos a la Venta de Contreras (antigua casa de postas del siglo XVI) a las 7:30 del sábado, dejando los coches en la misma para ir a recogerlos por la noche. Apenas despuntaba el día cuando, después de las correspondientes presentaciones y de pasar revista a nuestras máquinas, inciamos la marcha. La puntualidad de todos los participantes se revelaría especialmente importante al final de la jornada.
Después de un serpenteante descenso hasta el río Cabriel por la antigua carretera Valencia-Madrid (anterior a la obra del pantano de Contreras), comenzamos a pedalear por la margen derecha del río. Quizá empezamos muy rápido pues, hasta llegar a Los Cuchillos, sorteamos algunos de los paisajes más bellos de la jornada sin apenas tiempo para deleitarnos en la profunda garganta por la que discurre el río, así como en algunas reliquias que el hombre ha ido construyendo a su paso, de forma discreta, para poder realizar un aprovechamiento primitivo de sus aguas y de su cauce (túneles, represas, puentes...). En cualquier caso, efectué algunas paradas para realizar las fotos que documentan este artículo.
El momento más espectacular fue la salida por Los Cuchillos a un valle abierto, que casi nada tenía que ver con el paisaje que dejábamos atrás. A partir de aquí, entre campos de olivos, la claridad nos empezó a acompañar y con ella el primer escollo del día ¿Vadeamos el río o lo cruzamos por una estrecha pasarela? No hay unanimidad, así que, como se observa en las fotos, cada uno hace su elección. Yo sabía que, tarde o temprano, nos tendríamos que mojar y siendo previsor, cargué en mi Camelbak unas chanclas muy apropiadas, pero todavía hace bastante fresco. Así que, como no soy muy "del Norte", opto por la pasarela.
Reagrupamos y continuamos por la margen izquierda unos kilómetros hasta que la entrada en Las Hoces se hace inminente y la ausencia de camino junto al río nos obliga a un lastimoso rodeo por el altiplano, en dirección Venta del Moro. A pesar de todo, encontramos algunos miradores naturales de una belleza sobrecogedora. Una vez arriba y cuando los primeros rayos de sol comienzan a acariciarnos, llega el primer pinchazo. Aprovechamos la reparación para comer unas barritas pues la jornada es larga y hasta el Km 73 en Villatoya no tenemos previsto comer "de recio".
Retomamos de nuevo la marcha alternando campos de olivos y almendros con bosque mediterráneo. Aún hace fresco cuando iniciamos el descenso hasta uno de los puntos emblemáticos del recorrido: el Puente de Vadocañas. Este puente, que fue construido entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII, era la vía de comunicación entre la población de Iniesta y los caminos que unían Andalucía y Castilla con el Levante, aprovechando una antigua vía romana. Su impresionante altura empequeñece a los transeúntes. Aunque el estado del firme del tablero es muy irregular, el aspecto del puente en general es de una solidez aplastante. No así el de la Venta de Vadocañas, que espera con paciencia la ruina segura del descuido y el olvido.
Después de hacer unas fotos, dos pinchazos más y un radio roto. ¿Estaremos gafados? Mientras se hacen las reparaciones oportunas y para dar moral a la tropa, decidimos hacer una inspección por los alrededores. Encontramos entre la frondosa vegetación unas setas como las de la foto. También un par de olmos centenarios que en su día fueron víctimas la Grafiosis o enfermedad holandesa del olmo. La Grafiosis ha asolado los princiales olmedos de Europa y es trasmitida principalmente un coleóptero del género Scolytus que se alimenta de la madera perforando galerías mientras transporta las esporas en sus patas.
Reanudamos la marcha por amplia pista, entre las extensas choperas de las Hoces del Cabriel. En poco tiempo dejamos la pista para girar a la izquierda por un camino. Vadeamos un pequeño torrente y continuamos por una senda de pescadores que discurre por la margen derecha del río. Como entrada a la misma, el arco de lo que parece ser un pequeño acueducto, arteria de alguna noria cercana.
A partir de aquí el ritmo se hace lento pues la senda no es ciclable 100%. En unos casos, la irregularidad del terreno nos invita a llevar a nuestras máquinas "del ramal". En otros, la espesa vegetación es la que dificulta nuestro paso. Son las zarzas y las aligas las que más imponen, dejando señales en nuestros brazos y piernas de la batalla que estamos librando a cada pedalada por esta trocha umbría. Nuevos pinchazos y una cadena rota. Aprovechamos para comer unas barritas. Así transcurren unos agotadores kilómetros hasta que la senda se convierte en camino y aparece en él la aldea manchega de Los Cárceles.
De este caserío llama la atención el buen estado de sus construcciones, habitada por gente mayor que renuncia a abandonar la tierra que les vio nacer y por sus hijos que acuden los fines de semana buscando el refugio de la tranquilidad que proporciona una vida sencilla y la belleza de un paisaje incomparable. Casualidades de la vida hicieron que no tuviera su propia estación de tren en la abandonada línea ferroviaria Baeza-Utiel. Además, por aquí cruza de tierras manchegas a la Comunidad Valenciana el GR-66, un sendero de largo recorrido que va desde Algar de Mesa hasta Nerpia, recorriendo una distancia de 630 Km.
Debido a las prisas por el tiempo perdido con tantas averías, pasamos de largo El Almitaño Español, un pintoresco bar recomendado en algunas guías. Abandonamos las Hoces e iniciamos el ascenso cruzando en varias ocasiones la fantasmagórica línea de ferrocarril, observando un puente inconcluso y algunos túneles dedicados en su día a la cría del champiñón, hoy cerrados a cal y canto.
De nuevo en el altiplano, de nuevo los olivos y por primera vez el calor, extraño compañero de viaje en el mes de Octubre. Hacemos unos kilómetros de trámite e iniciamos el descenso a las Hoces por un tramo de blancas calizas que, a pesar de las gafas de sol, duelen en los ojos, y de verdes siembras regadas por las aguas de uno de los 10 ríos más limpios de Europa. Pasamos junto a una antigua noria de madera (que aquí llaman La Rueda) y más tarde por Tamayo donde observamos un plátano de sombra cuyo tronco apenas podemos abarcar entre cuatro con los brazos exetendidos. Continuamos la marcha. La pista se torna camino, el camino se torna senda y de nuevo el ritmo se hace lento, por los mismos motivos que antes. Hasta que llega una nueva dificultad.
El río da una curva a izquierdas y en el exterior ha ido arañando la orilla hasta dejar una pared de arenisca de unos 20 metros de altura. La senda apenas se atreve a descender 6 ó 7 metros por los que nos tenemos que ir pasando las bicicletas formando una cadena hasta el agua. Esta vez sí me calzo las chanclas y, con la bici a cuestas, vadeamos unos 15 metros de río. El agua está fría, por encima de las rodillas, y no me quiero imaginar como debe ser en Diciembre.
Un compañero resbala en el agua y se hunde casi hasta los hombros. Móvil, receptor GPS y mando del garaje a bucear. Ya ha echado el día. Mientras trata de quitarse de encima el mal humor como puede, los demás nos quitamos el barro, montamos de nuevo en la bici y continuamos por una senda de pescadores paralela al río, que cada vez se va haciendo más ancha hasta llegar a un refugio junto al cual se encuentra la Fuente de la Terrera. Son las 2 de la tarde, estamos cansados, no hemos comido, hace calor y todavía nos quedan 20 Km hasta Villatoya, donde tenemos previsto parar.
En vista del panorama, nuestros compañeros de Casas Ibáñez se despiden de nosotros y salen atacando por una pista hacia su pueblo. Los demás empezamos a dar pedales e intentamos forzar un poco la marcha. Parece que "esta es la buena" (frase del argot ciclista cuando crees haber pillado la escapada que te llevará a la meta) cuando un nuevo pinchazo nos devuelve a la realidad. Con el ritmo un poco roto y después de pequeñas confusiones llegamos a la Presa del Retorno. Mientras los compañeros reparan otro pinchazo, los demás nos refugiamos a la sombra de un refugio forestal. Aún flota en el aire el aroma de unas chuletas a la brasa que se acaban de jalar unos pescadores mientras aprovechamos para engrasar las cadenas de nuestras máquinas. Esto no es justo.
Cuando reanudamos la marcha, unos tiran a la izquierda y otros a la derecha. Las continuas revueltas del río hacen que algunos pierdan el sentido de la orientación y en lugar de descender el río lo remonten. Sólo quedan 11 Km y algunos vamos "maduritos" por lo que apretamos de nuevo el culo y nos ponemos a pedalear hasta que nos revienten las mollejas. A partir de aquí el camino ya es conocido para mí y parece que, sabiendo lo que falta, se me haga más corto. Unos compañeros se adelantan a Villatoya para ir pidiendo la comida en el bar y perder el mínimo tiempo posible.
A las 4 de la tarde hacemos entrada triunfal en Villatoya y nada más llegar juntamos unas mesas y llegan las viandas. Para hacer tiempo unos tomates con ajo, aceite y sal, aceitunas y cacaos. Y luego la lujuria: patatas y huevos fritos, morcillas, longanizas, chorizos, tajás de la orza... A mi lado veo como a Jorge le cambia la cara y sin mediar palabra nos lanzamos al ataque, haciéndose el silencio hasta que vuelven las bromas. Carajillo quemao (como debe ser), postre y orujo. El éxtasis.
Después de comer, una profunda pereza nos inunda. En este punto creo que a ninguno de nosotros le hubiera amargado el que alguien cogiera nuestras bicis y nos llevara a casa en coche. Pero, ante la imposibilidad de que eso ocurriera, nos pusimos el mono de trabajo y comenzamos a pedalear de nuevo. Nada mas cruzar el Cabriel por la carretera nacional giramos a la derecha por una amplia pista que inmediatamente nos lleva al Balneario de Fuente Podrida.
Es curioso como nos ha afectado la parada de la comida. Mientra que algunos han revivido literalmente, yo me encuentro frío y más cansado que antes de parar. Cualquier repecho me sube a 150 las pulsaciones y veo clara la estrategia. Es el momento de interiorizar las sensaciones que el cuerpo me transmite. A partir de ahora debo hacer el mínimo desgaste posible, cambiando a desarrollos más cortos en cuanto el terreno insinúe una subida y tratando de mantener un ritmo constante. Nos movemos entre 20 y 30 Km/h, lo que tampoco permite muchos respiros. Aún así, al pasar frente a Cilancos me paro a esperar a la cola del pelotón mientras le hago una foto a Juan Guedes. Dejo de hacer paradas para hacer fotos pensando en el esfuerzo suplementario que supone volver a enlazar con el grupo y en que ya tengo documentado gráficamente el trayecto que nos falta.
Tras pasar por las Casas de Caballero iniciamos una pequeña ascensión de 10 minutos. Odio esta subida pues, no sé por qué, nunca corre brisa y me pego la gran sudada. A la izquierda queda una vasta extensión de cárcavas que mezclan estratos de arcillas verdes, ocres y rojas. Al iniciar el descenso, por primera vez me doy cuenta de que cae la tarde. Empieza a refrescar y aprovechamos la bajada para relajar un poco las piernas. En un plisplás estamos cruzando los viñedos de las Casas del Saladar.
Parece que me he recuperado un poco. Mi cuerpo, a regañadientes, ha aceptado el esfuerzo físico que le he exigido tras la comida y empieza a funcionar de nuevo. El bajón ha terminado. Ritmo constante y animada charla con Pedro, de Almansa, al que hay que reconocerle que ha estado ayudando a todo aquel que ha tenido alguna avería. Y es que lleva un verdadero taller en el Camelbak.
Así, en animada conversación, se me pasan los kilómetros y llegamos a Casas del Río, donde nos hacemos unas fotos en su noria de madera mientras empieza a caer el sol por el horizonte.
A partir de aquí y hasta la central eléctrica de Basta, la pista está asfaltada. Este camino lo he hecho cientos de veces, es donde me aficioné a la bicicleta de montaña, cuando era un bello camino de tierra, obviamente. Aún así, sigue manteniendo parte de su encanto, en especial cuando los repechos lo sitúan 20 ó 30 metros por encima del río, ofreciendo un balcón sobre sus aguas cristalinas.
Ya hace rato desde que sentimos los últimos rayos del sol, cuando llegamos a Basta. Volvemos a cruzar el Cabriel y llegamos a Alcance. Nos quedan 4 Km de pista entre chopos, tarays y zarzas. El cielo se va oscureciendo cuando por fin avistamos la silueta del Castillo de Cofrentes, estratégicamente situado sobre un pitón volcánico. Salimos a la nacional, cruzamos el Puente de Hierro y tras una pequeña ascensión, con las últimas luces del día nos plantamos en Cofrentes a las 7:30. Es hora de pegarse una ducha, hacer unos estiramientos e ir a recoger los coches a Contreras. A las 10 llego a casa, ceno y me acuesto. A pesar del cansancio estoy lleno de satisfacción. Por hoy ha sido suficiente.
Al día siguiente es el momento de reflexionar y me vienen a la cabeza multitud de ideas. La primera de ellas es ya conocida por todos: cuantos más participamos en una salida, existen más probabilidades de sufrir averías, especialmente en las bicis que salen poco por montaña o se encuentran descuidadas. Para estos casos, cada uno debería hacerle una ITV a su máquina. Se reducirían las averías a la mitad. También se puso de manifiesto la tranquilidad que supone montar ruedas tubeless, ya sea con espuma, látex o slim. De los que llevábamos este tipo de ruedas, sólo uno pinchó y fue por un radio roto que perforó el fondo de llanta. Las averías y los pinchazos resultaron ser la verdadera plaga de la marcha. Mi pulsómetro marcaba 7 horas y 22 minutos de ruta efectiva, por lo que calculo que podríamos haber llegado 2 ó 3 horas antes de no haber sufrido averías.
Otra de las conclusiones es lo engañoso del perfil de la etapa pues, aún pensando que iba a ser un agradable descenso junto al río, mi pulsómetro marcaba 1.200 m de desnivel acumulado con algunos de duros desniveles.
Conforme pasan los días, también me doy cuenta de lo difícil que es contarle una experiencia como esta a gente que nada tiene que ver con el mundo de la bici pues, en el caso de que te presten algo de atención, no entienden los motivos que nos mueven a hacer estas cosas.
Lo que sí fue el comentario general es que a la ruta no le sobraba ni una coma. Tal y como la hicimos era perfecta. A pesar de tener varios puntos conflictivos, éstos aportan un componente de aventura que la hacen distinta a otro tipo de marchas. A esto hay que añadir la soledad de las tierras por las que transcurre, cosa que llama poderosamente la atención pues el paisaje es inigualable. ¿Por qué a la gente le da por aborregarse en torno a las playas? Para nosotros, quizá lo mejor que siga siendo así.
Perdón por el tocho y un saludo.
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Felipe J. Gómez Martínez
flip@maspedales.com
www.maspedales.com
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2 comentarios:
Debio de ser precioso y mas en el recuerdo. Bonito paisaje todo ese del rio Cabriel
Preciosa experiencia y magnifico relato. Felicidades.
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